sábado, 27 de noviembre de 2010

Miradas del pasado

Me gusta visitar museos desde siempre, y lo hago habitualmente cada vez que se presenta la ocasión. Lo considero como una forma más de viajar y complemento perfecto de las escapadas a otras tierras. En las  apacibles y silenciosas salas nos aguardan incontables muestras de otras culturas, otros tiempos y formas de vivir y pensar. Objetos creados por personas que vivieron hace mucho tiempo y que ya no están, pero que nos hablan a traves de sus obras, de las que mejor o peor han resistido el inexorable paso del tiempo. Detrás de las vitrinas (un auténtico suplicio para el visitante fotógrafo) esculturas, máscaras y figuras más o menos antropomorfas de todo tipo nos ofrecen su mirada cargada de misterio y conocimiento desde el pasado remoto en que las creencias, la visión del mundo y el cosmos eran muy diferentes a como son ahora. Es parte de nuestra propia historia, que se va escribiendo poco a poco generación tras generación y que con cada aporte, con cada experiencia, va enriqueciendo y completando la gran aventura humana en este mundo.











viernes, 19 de noviembre de 2010

Paseando por Iruña.


La primera vez que anduve por las calles de Pamplona (y desde entonces un trocito de mí se quedó para siempre en esas calles y por aquellas tierras) me sucedió algo muy curioso y que, supongo, ya le habrá pasado a más de uno, o una. Y es que, mire usted, buscando la conocidísima Plaza del Ayuntamiento fui a atraversarla sin darme ni cuenta. Estaba perplejo, ¿ dónde se encontraba? Y el caso es que según el mapa... Y fue al volver sobre mis pasos, recorriendo a la inversa un buen tramo de la Cuesta de Santo Domingo, cuando me vi de improviso en plena plaza. Al darme la vuelta me topé de lleno con la familiar fachada rococó del Ayuntamiento. Y caí en la cuenta, claro. ¿ Cómo era posible no haberlo visto antes? Está visto que mi despiste a veces roza lo increíble, pero ya estoy acostumbrado. Acaso sin quererlo, había experimentado lo que antes de esta ocasión, y también después, he oído en boca de mucha gente: "creía que la plaza era mucho más grande..." Sin duda, las conocidas imágenes de esta preciosa plaza durante las multitudinarias fiestas de San Fermín, concretamente en el momento del tradicional Txupinazo que da comienzo a las mismas, completamente abarrotada de rugiente personal, dan una idea inexacta de sus verdaderas proporciones. Personalmente la prefiero como la vi en aquella ocasión y como la he vuelto a ver siempre que paso por la ciudad del Arga: sencilla, apacible, y con el tranquilo ir y venir cotidiano de la gente. Todo un lujo.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Pes Juárez III

Aun viviendo por circunstancias en los Madriles, uno es de puerto de mar; el Cantábrico para más señas. Y la cabra tira al monte, valga el contrasentido. Y así, desde siempre me siento muy cercano y disfruto con el ambiente marinero y todo lo relacionado con la mar, tanto en la superficie como bajo la cota cero. Es por ello que me conmoví ante la actual imagen del Pes Juárez III, un barco que en los últimos cinco años, en situación de embargo por la Seguridad Social, ha batallado contra el hundimiento en su definitivo amarre del puerto pesquero de Torrevieja. Un barco que, antaño, recibía el nombre Alegría, sin duda reflejo de mejores tiempos y faenas. Desde este verano, en que su ajada estructura ya no pudo más, su casco varado fuera del agua es un motivo de curiosidad y atención de los paseantes del puerto, mientras se va degradando lentamente ante la intemperie y los vandalismos en su sencillo cerramiento a modo de inmerecida prisión. Siempre me ha dado cierta pena ver un barco varado y en tales circunstancias de abandono. Se me antoja un gran cetáceo expulsado de su verdadero reino: la mar, donde al final de sus días debería reposar y dar cobijo, soporte y alimento a nuevas formas de vida.




lunes, 1 de noviembre de 2010

Noche en blanco

No es habitual, ni mucho menos, poder transitar a pie por las calzadas destinadas a los automóviles. Si a esto le unimos poder hacerlo tranquilamente, paseando por donde te apetece, en medio de muchísimas personas y en pleno centro de una ciudad como Madrid..., pues no creo que pueda hacerse más que contados días al año. Uno de esos días es la Noche en Blanco, en la cual buena parte del centro de la ciudad se corta al tráfico rodado y los peatones pueden tomar las calles a su gusto, disfrutando de unos puntos de vista muy diferentes a los acostumbrados; al tiempo que se van planteando y organizando las abundantes actividades a las que se puede asistir. Empeño nada fácil. Por delante están toda la noche y la madrugada, pudiendo deambular por los inhabituales caminos hasta bien iniciada la mañana rodeados de diversidad, cultura, música, divertimento..., y el placer de descubrir una ciudad nueva, vestida de colores muy diferentes a los diurnos y que, a fuerza de la costumbre y ajetreo diarios pasa, paradójicamente, desapercibida en muchos de sus detalles. Y hasta que el cuerpo, la mente o ambos aguanten.






jueves, 28 de octubre de 2010

¿ Foto, señor?


El aspecto que motiva y transmite la mayor parte de las sensaciones íntimas en el viajero son, para mí, las personas. Y dentro de ellas, muy especialmente, los niños. Sacsayhuaman, en los alrededores del Cusco, la capital histórica del Perú, es famosa por sus ciclópeos restos arquitéctónicos incas, muestra de un glorioso pasado que sólo la lejana historia documentada que nos ha podido llegar, y las siempre arriesgadas teorías arqueológicas, pueden acaso plantear e intentar comprender; no siempre con éxito y siempre con polémicas y posturas enfrentadas. De forma habitual, el contacto directo con los restos de las civilizaciones del mundo antiguo producen en el viajero sensaciones y conclusiones propias, a menudo muy diferentes de las intepretaciones oficiales.

Pero la imagen que me quedó grabada con más intensidad, al igual que en otras muchas etapas del camino, fueron los niños. Nos salían al paso, con la lección bien aprendida para relatarla al extraño que, en el colmo de la buena suerte, podría darles una moneda. Nuestro acento nos delata enseguida y los pequeños inician la conquista: ¿ Foto, señor? Sólo un euro. Nos ofrecen sus pequeños y dóciles animales y nos animan a registrarlos con las cámaras. Nos enumeran las principales alineaciones futbolísticas españolas, los nombres de los reyes de España e incluso algunos conocidos monumentos. Nos preguntan si somos catalanes o madrileños, si estamos casados o no, si tenemos hijos y cómo se llaman y nos van acompañando un buen trecho con su animada charla.

Al final, regresan a sus sitios de espera y al nuevo visitante a quien ofrecer su pequeña compañía, su conversación aprendida y sus animales. Acaso, con un poco de suerte, podrán llevar algunas monedas a casa al final de la jornada.

sábado, 23 de octubre de 2010

Hacia algún lugar


Me gustan los viajes con un grado mínimo de aventura y expectativa. Transitar por lugares fuera de los circuitos conocidos y habitualmente propuestos por las agencias de viajes, suele ser una buena forma de conocer, y disfrutar más íntimamente, la región visitada. Jugar con la posibilidad de tener que hacer (y poder hacer) cambios en los planes iniciales y llegar a sitios donde paisajes y gentes siempre te sorprenden. Encontrar situaciones inesperadas, que no te relatan en las guías de viajes y en las que en mayor o menos medida te pones a prueba, sobre todo como persona. El turista pierde paulatinamente protagonismo para dar paso al viajero, y el viaje se va conformando como un verdadero cúmulo de experiencias personales y de conocimiento, desmitificador e integrador. Soy de los que opinan que los muchos y diferentes esquemas mentales basados en la incomprensión y la ignorancia se curan viajando. Como poco, nuestra forma de ver las cosas cambia, evoluciona..., se hace más rica y global. Se aprende que el punto de vista de uno, su camino en la vida, no es el único posible ni necesariamente el único correcto. Y eso ya es mucho; al menos creo que es un buen comienzo.

Cordillera del Atlas - Marruecos.

lunes, 18 de octubre de 2010

¡Sed!




Merzouga, Marruecos, casi en la frontera con Argelia. El Sahara es un padre severo y muy exigente con sus hijos, sean éstos de la especie que sean. A veces podría decirse hasta que es un padre cruel. Al margen de ciertas precipitaciones localizadas, la media anual sólo se contabiliza en unos pocos mm. y nada, salvo los restos fósiles que se encuentran por doquier, pueden hacer sospechar siquiera su antiguo esplendor de Gran Húmedo cuando, hace unos 10.000 años, estrenando el período Neolítico, el Sahara llegó a ser un auténtico paraíso tropical plagado de vida. La evolución del planeta, la formación de cordilleras y los vientos, especialmente los Alisios, han sido los grandes forjadores de los desiertos actuales aunque, por el carácter cíclico de los cambios terrestres, donde hubo una selva tropical puede volver a haberla. La edad del planeta Tierra se mide en miles de millones de años y, para esta magnitud de vértigo, hablar de 10.000 años es apenas hablar de menos que un instante. Es posible que dentro de poco, geológicamente hablando, el padre Sahara vuelva a ser lo que hace poco fue: una gigantesca fuente de vida y refugio para todos sus hijos.

domingo, 17 de octubre de 2010

Por San Juan


De los cuatro elementos del pensamiento clásico, quizás sea el fuego el que más ha impulsado el avance evolutivo y de adaptación al medio de la especie humana. Para nuestros ancestros fue sin duda una envidiable herramienta de supervivencia y, a la vez, de dominio y transformación del entorno y los seres vivos. Mientras que al resto de los animales les produce temor, el fuego tiene algo que a lo seres humanos nos fascina. Es mágico, atractivo, hipnótico. Por el fuego se levantaron civilizaciones y se destruyeron otras. En torno al fuego nos hemos contado historias, hemos creado ritos y creencias, desarrollamos la industria, nos hemos amado..., y nos hemos aniquilado. En la noche de San Juan, en el solsticio de verano, la fascinación por el fuego se hace notoria y las hogueras se encienden por doquier. Es nuestra memoria racial que, desde lo más profundo, sigue admirando y venerando el dorado elemento que nos ayudó a ser lo que hoy somos.

Los niños de Internet


Yo suelo llamarles los niños de Internet. Los niños de la nueva generación, vaya. Y es que seguro que todos hemos podido sorprendernos ante estos pequeñuelos que se las apañan, a las mil maravillas, con las últimas tecnologías. Como si estuviesen en su elemento. A diario podemos comprobar cómo nuestros pequeños manejan sin dificultad alguna mandos a distancia, cámaras fotográficas, televisores, consolas de videojuegos, teléfonos móviles (los fijos están ya desfasados)..., y navegan por la Red buscando contenidos de su interés; mientras generaciones anteriores se enfrentan, a veces con auténtica desesperación, a los mismos ingenios tecnológicos. En verdad es como si, por un lado, se hubiesen traído a este mundo los manuales y, además, ya aprendidos. Por otro lado, la cantidad de estímulos y el acceso a la información es muchísimo mayor que hace unas décadas, lo cual hace que sus ávidos cerebros se impresionen más y más deprisa. Sin duda la señorita réflex de esta toma ( a la sazón fotografiando el templo de Nefertari, en Abu Simbel) puede tener, junto con otros pequeños de su generación, la solución futura a problemas y situaciones que esta humanidad lleva arrastrando desde sus comienzos. De nosotros depende en gran medida que puedan conseguirlo.

Entre dos mundos


Gargantas del Todra, Alto Atlas, Marruecos. Un leve guiño de color se hace notar entre el árido pedregal que delimita el río. Una pequeña planta medra entre las piedras, regalando a la mirada atenta la primera de sus flores que, en la frontera entre lo vivo y lo mineral, desafía con su color al reino de tonos rojos y ocres que nos rodea. En torno suyo, sus hermanas aún sin abrir prometen un especial recibimiento al oportuno cazador de imágenes que llegue en el momento preciso. Hubiese estado bien llegar unos días más tarde.

En la tormenta

 

Surgen de repente, como fantasmas salidos de la niebla. Solo que no son fantasmas, ni es niebla lo que difumina sus figuras. Las tres mujeres, arropadas en negro y de pies a cabeza, han aparecido ante nuestro 4x4 casi de repente, perfilándose apenas entre el fino polvo de arena levantado por la fiera tormenta sahariana. Apenas me da tiempo a levantar la cámara, intentar enfocar y disparar una única toma. Las miro a través de la ventanila cuando, con precaución, las rebasamos... Pero ellas ni siquiera levantan la vista, siguiendo ausentes su camino. Y desaparecen de nuevo en la tormenta.

A un Ángel caído


Cada vez que puedo y, la verdad, no tantas como me gustaría, me acerco por el madrileño Parque del Retiro para pasear sin prisas, disfrutar de su tranquilidad, frescura, íntimos rincones y, sobre todo, para hacerle una visita a El Ángel Caído. Esta escultura siempre me ha llamado por su innegable belleza, movimiento y agudo misterio. Una escultura de Lucifer, la única expresamente dedicada a él y que representa su presencia en el mundo. Un ser que, según nos enseñaron, fue creado en una sublime perfección y, sin embargo, se reveló contra su Creador. A la sombra de su trágico rostro me pregunto: ¿ Qué de cierto y falso hay en lo que siempre nos han contado acerca de esta entidad? ¿ Existe realmente ? ¿ De verdad quiso, en tal caso, ser como Dios? ¿ Hubo otras razones que pudieron provocar su mítica caída? Quizás algún día se sepan las respuestas a tantas preguntas que, en torno a su figura y por multitud de culturas, han sido formuladas a lo largo de la Historia. Mientras tanto yo, cada vez que pueda, seguiré haciéndole una visita.

La reina cautiva

Nunca he sido partidario de los zoológicos ni, en general, de cualquier instalación que suponga la privación de libertad de los animales. Hay matices, obviamente, y las instalaciones dedicadas a la recuperación de animales no siguen ni persiguen las pautas de trabajo ni objetivos de una mera exibición. Muchos animales se salvan y pueden llegar incluso a retomar su vida salvaje gracias a ellas. Pero, aún así, no pude dejar de sentir tristeza ante la imagen de estas reinas del cielo, volando en libertad, sí, pero no obstante cautivas por ligaduras y condicionamiento en una exibición de vuelo de aves rapaces. La exibición me impresionó, llegué a tener a escasos metros a estas imponentes aves y pude maravillarme de su poder y dominio del aire. Aún así..., ! qué pena esas correas!